
Me han gustado siempre las labores y he vivido siempre entre ellas. Una manera de ocupar el tiempo, ver la televisión sin dormirse y crear poco a poco algo de lo que después te sientes orgullosa. Desde que mi vista no es lo que era, ha ido disminuyendo el ritmo. Aún así, ahora que ya voy a estrenar la jornada de mañana y veo cosas tan bonitas por esta ventana tan fascinante como es internet, ya voy haciendo planes de alguna otra labor.
El cuadro de punto de cruz que pongo como imagen lo acabé en el verano de 2008. El año pasado no me decidí a comenzar nada, pero estos días ya ando mirando alguna revista y alguna página para inspirarme.


Cada vez que ves una labor que has hecho la asocias con los momentos en que has estado dando las puntadas. No siempre son recuerdos alegres, pero con el paso del tiempo, aunque la labor sea la misma, los recuerdos cambian de colores. La tristeza de las últimas letras de ese abecedario, acompañando a mi padre enfermo ya, no es tan fuerte como el año pasado. Ahora recuerdo algunas cosas que me contaba y que aún están anotadas por ahí... y en lugar de tristeza, tengo el grato recuerdo de haber estado con él, de haberle escuchado.
Algunas amigas me están incitando sin darse cuenta a comenzar labores otra vez. Cloti me contagió lo de hacer regalitos de punto de cruz. Por eso este invierno bordé un marcapáginas para mi hermana y una funda de abanico para mi amiga Orianna.
El nuevo proyecto está todavía sin decidir, pero debo agradecer el ánimo y el interés a este gran medio que me pone en contacto con blogs y con personas llenas de ideas creativas.